sábado, 5 de febrero de 2011

Semanario


Viajó, pero no la buscó. Y todo lo que había soñado, la ropa, el clima, la gente, nada, nada fue. Años más tarde, en México ya, comprendió que su vida eran obras interminables, canciones nunca escritas y libros no leídos. Tuvo miedo de quedar atrás de todas esas personas que alguna vez abrazó, amó o maldijo; pero estaba sola, sola con esa gente que uno crece, que uno aprende a amar, a entender y a abandonar. No era diferente al resto porque de eso iba la vida. De eso. No más.