Mamá está enferma y no me atrevo a contarte. Es que tengo el silencio bien cerquita de mí y no me lo puedo quitar de encima. En parte es porque me he jurado muchas veces que estarás fuera de mi vida por siempre. Pero entonces, el corazón se me arruga y me quedo como ausente. Tú sabes cómo.
Y pienso, si esto, si aquello… casi puedo escuchar tu voz lamiendo las palabras exactas porque tú siempre fuiste la valiente. Es que yo me parto tan fácil, tan simple, soy de papel y con las lluvias quedo al suelo, tendida a pleno suelo.
Tus ojos brillan en mi cabeza y entonces todo se calma un poco.
Yo no sé cuánto dure esto, no tengo idea de si será algo maligno o no porque sé que hay algo que no me ha dicho, en el fondo lo sé. Cuando me dijo no me atreví a mirarla a la cara porque hubiera llorado, sólo pregunte si el médico tenía algún diagnóstico ya, qué seguiría, cuándo sería la operación, qué consecuencias…
Me quedé frita. Aún tiemblo y es lunes.
M.