sábado, 24 de mayo de 2008

Guarida

Recuerdo hace años los domingos que papá nos daba a Caro y a mí, Friza aún no nacía, eran $10 pesos. Alguna vez tan grande cantidad la cambié por un libro pequeño, de pastas de cartón de galletas y hojas naranjas de mal calidad, de poesía. Una antología llamada Poemas breves, mi favorito era uno que ahora ya no recuerdo, hablaba (de acuerdo a dos interpretaciones mías) de la guerra y del amor, de la cárcel y la libertad. "Una rosa crece en la celda más polvosa", al menos por ahí va esa frase recordándome que nunca más logré conseguir otro ejemplar de esos.
Me pasaba horas recitándolo en la sala de estar, en el comedor, en la cocina, en el baño, en la ducha, en la cama antes de dormir como oración a Dios o a la Virgen de la cabecera, incluso en las clases de matemáticas o en las de jazz, cuando anotaba una canasta en el básquet. Ese poema me marcó. Luego seguí comprando libros y escribiendo…
Desde hace unos días, después del trabajo, leo Todo para los Dioses de Sergio Fernández, un viejecito descomunal que conocí hace un año y más. No es largo ni alto, por el contrario es pequeño en el sentido físico, pero con una mente brillante, una forma de escribir y de reírse fulminante. Vive en San Ángel, en “Los Empeños” una casa abrazante con gatos y figurillas llenando las paredes. Es Doctor Honorable, vive locamente la vida. Es un joven viejo con una mente en uso. Cuando estuve frente a él yo temblé, sabía muchos menos que ahora y bastante, bastante menos que él siempre.
“Amar es un hecho concreto, un verbo que enuncia la condición de entregar el cuerpo y al propio tiempo su interior, llámese conciencia, alma, espíritu”.
Pita amor le decía: Eres un volcán al que se le cubre con una servilleta. Yo le dije: Me da miedo, tan pequeño pero feroz. Y él sonrío por primera vez en toda esa entrevista. No me destrozo, al menos ese día.
Ahora creo saber por la calle que camino. Ya no me gustan los poemas cursis, me gustan más los fuertes, los que te marcan como tatuaje por siempre, los de odio amor con el odio más grande, de locura y economía del lenguaje, los que galopan rápido y desbocados, los que te dejan exhausta después del orgasmo mental. Sí, así soy. Eso es todo lo que necesito para vivir. Una sintaxis zapoteca, una métrica más básica e innovadora que larga y cansada, no se aceptan las redundancias, no se acepta decir te quiero dos veces si no lo muestras, si no lo firmas, si no lo sellas con un beso veneno.
La poesía en particular, la literatura en general, más por casualidad que por curiosidad, es, desde ese primer libro de diez pesos hasta hoy, lo que me hace sacar las agallas y abrocharme apretado el brassier para salir a la calle, para reírme, para decir ya no te quiero, para llorar y maldecir, para saber que me gusta más la libertad de amar a muchos que a uno solo… cuando menos en el imaginario, cuando menos para hacerme interesante.

1 comentario:

prado de luna dijo...

Casa abrazante, besos veneno y poesía. Un post irresistible...