jueves, 8 de marzo de 2007

Re-cuento

La reconoció enseguida, es igual a la fotografía, igual a todo lo visto de ella. Horas más tarde estaba con sus manos largas suprimiéndole los pezones mientras la lengua hacía lo suyo con el cuello. Sí, amabas se besaban después de que ella llorará en su hombro por ese remolino de conflictos internos, esas emociones apagadas y todos y cada uno de los amores frustrados.

Sí, amores frustrados y ausentes. Porque en el mundo, en la vida y en la muerte misma hay de esos amores que duelen y que no se van o que pican como alfileres pero siguen sin irse, no les dejamos irse. Quizá María era el reemplazo de todo eso, del amor que ella tuvo y se fue, del que ni siquiera nació, del que se engendro pero se aborto, del que se suicido con la monotonía.

Sentir aquellos dedos ajenos en su sexo húmedo le estremecieron a tal punto que la cabeza le giro en un santiamén; estaba pisando otros terrenos, esos de los cuales imaginaba. María comenzó con un beso, un primero beso que se extendió y que deseaba se hiciera largo.

Pero así no, así no con ella en trance por el llanto, con los pensamientos enredados. No puede, María, aumentar el ritmo con que a alguien se le vaya la vida… ¿O quizá le devuelve?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Quizá Maria no fue el remplazo, si no el principio del reencuentro...

María dijo...

¿principio? ¿reencuentro? ¿con ella/María o con los ausentes?

Anónimo dijo...

El principio del reencuentro con ella misma, para así darle a María y a todas y cada una de las personas que a su paso encuentre, lo mejor de si.