viernes, 2 de abril de 2010

Día 2

Me gustaba mucho lo qué hacías, quién eras, me gustaba todo de ti. Bueno no todo, pero de algún modo extraño respetaba lo que no. Sí, está bien, voy a confesarlo, hubo un tiempo en que quise cambiarte porque eras todo lo que yo deseaba y temía.

Hasta esos días, yo no tenía la fuerza suficiente para hacer lo que realmente deseaba. Sin embargo, tú decidiste terminar lo que no querías y hacer las cosas que deseabas sin pensar en más. Aún hoy puedo ver cómo salen de tu corazón partituras y, si guardo silencio escucho el transcurrir de la sangre por tus venas en una bella sinfonía.

Eras paciente, vaya que lo eras. Yo una desenfrenada.

Eras importante porque no sólo existías sino porque pensaba en ti, incluso antes de hacerlo.

Pero lejos de todo, aprendí algo: las personas que trascienden, aún a pesar de nuestras propias expectativas y deseos, son aquellas de las que no debemos alejarnos; sin embargo, debemos aprender a vivir sin ellas.

Lo logré. Ya no tengo 23.

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