En ese entonces, vi crecer soles por todas partes. De la tierra, del fuego, del aire, del agua, del universo entero salían soles y noches, estrellas pequeñas y gigantes. Todo se arremolinaba dentro como un universo diminuto que me absorbía cada día más hacía dentro.
Había ocasiones que la luz y ese azul celeste me hacían olvidar respirar. Todavía hoy, algunas veces, escucho esa risa que me paralizaba el corazón. No puedo dormir hasta que pienso en sus cabellos y me abrazo a su sombra languidezca y pálida. Me amarro a su cintura sin que lo sepa y vuelo.
El resto de los días soy una buena compañía, sin metas a largo plazo, sin charlas sobre el futuro. Descubrí que el amor es la invención más grande del ser humano. ¿Quién fue el primero en amar y ser amado? ¿Quién será el último?
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