jueves, 1 de abril de 2010

Mis 23 y poco más...

Me he propuesto escribir un diario de mis sensaciones. Hoy medité sobre qué sería de mí en un par de años, cómo (probablemente) vería este momento de mi vida y el resultado fue así:

"nuestras vidas empiezan a morir el día que callamos
cosas que son verdaderamente importantes..."
M.L.K.

Crecí con la imponente capacidad de no saber cómo decir las cosas. Sin embargo, con el paso del tiempo, también llegue a perder la claridad del sentimiento que se transforma en pensamiento y luego en palabra.

A los 23 años hablaba poco, realmente casi nada; sobre todo si se trataba de mí y las percepciones que tenía del mundo de entonces. En esos días mi corazón se sostenía con un pequeño hilo, tan delgado y ligero que pude ahorcarme con él y terminar degollada delicadamente.

Hacía tres, ya casi cuatro años, que había conocido la locura de un amor producto de la globalización o, cuando menos, de la sociedad de la información. Leí a María José en un portal de fotografías y sin saber por qué, comencé a escribirle cada día. Algo dentro de mí se conectó con algo dentro de ella. Fue mi perdición.

Creo que en ese momento, muchos de nosotros nos vimos envueltos en los resultados del desarrollo tecnológico. Fuimos de las primeras generaciones en experimentar los cambios y sus consecuencias.

Entonces las cosas sucedieron más o menos así…

Dentro de mí, una pequeña luz se mantenía viva. Por primera vez aceptaba que no sabía a dónde iba, ni cómo llegaría; reconocía mi inconstancia y el poco amor que me tenía. Aleje muchas personas de mi vida, incluso mientras crecía, pero la que más me dolió fue ella.

Durante días dormitaba apenas y sin saber por qué, escuchaba dentro de mí su voz suave agitarse hasta crear una tormenta; su rostro blanco se sonrojaba y entristecía. Nada pude hacer mientras destrozaba nuestro sueño.

Años más tarde seguiría aferrada a ese sueño, destrozando otros. Yo no lo sabía.

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