lunes, 27 de noviembre de 2006

Andy Watson, contador de historias

Ya ha llegado Jazmín de la escuela. Jazmín es mi hermana, la menor, la grande, la mediana. Ella es todo a la vez, está de mi estatura pero a penas alcanza los catorce años; todavía le gusta creer en la gente y sonreirle. Ocho meses después de su nacimiento, en un octubre lluvioso se enfermó de meninguitis, tardo un tiempo en mejorar, nos costo (porque en realidad nos costo) días de terapias en casa (el Hospital estaba lejisimos), desveladas, miedo... Mamá dice que estaba destinada a tener ángel, cuando nació estaba muriendose, mi madre en cama delicada también no podía ir a verla; las enfermeras no le decían nada de mi hermana. Una noche de esas mamá veía mucha movilización de médicos, una enfermera fue a la habitación, la vendo y le dijo "Madre no se preocupe, su hija estará bien, crecerá fuerte. Yo se la traeré", sin saber cómo mi mamá se tranquilizó. Al siguiente día mi madre preguntó por la enfermera, dijo que la vendo y que deseaba darle les gracias. La enfermera no existía, había muerto hace tiempo. Yo no sé qué paso, si fue una jugada o simplemente alguien que no está aquí le ayudo.
Jazmín vinó a saludar, a preguntarme por mi examen que hice por internet (no puedo ir a la uni). Ahora viene a mí que ayer estaba mirando unos videos y ella me pidió un libro, le di Andy Watson, contador de historias. El libro comienza con la historia de Andy, un hombre que escribía historias cuando era pecado hacerlo, entonces le cortaron las manos, pero Andy aprendió a escribir con los pies, le cortaron los pies, Andy contaba historias, le cortaron la lengua. Desde entonces Andy Watson se sienta en los parques, para contarle su historia con dejarse ver. A ella siempre le han gustado los cuentos, de pequeña la sentaba en mis piernas, ambas nos cubriamos con una cobija y le contaba historias, historias que me hacía repetir una y otra vez, historias que nunca eran las mismas porque yo las inventaba.
Ayer quería escribir, pero Jazmín me puso en algo cierto, a veces simplemente las palabras no salen porque no necesitan salir para contar una historia. Mi hermana me preguntó si era cierto, si el tal Andy Watson existio o existía. ¿Qué le dije? No me atreví a cortarle el sueño de ver a Watson en algún parque de la ciudad. Respondí, "seguramente ahora él está en una banca con un montón de niños a su alrededor, contandoles su historia".

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