viernes, 12 de enero de 2007

Norteadas

Fricita recordé, quién sabe por qué, como mamá decía me norteaba cada que salíamos a pasear y teníamos que regresar a casa. Nunca tuve sentido de orientación ni equilibrio, era como una princesa perdida, amante de los toreros porque ellos, delgados, enfundados en rosas y lentejuelas salían al ruedo a cazar al toro, girando sobre su eje sin perder el norte ni el sur, mucho menos el suelo. Todavía no tengo nada de eso.

Cuando ibamos en carretera a casa yo siempre alegaba que era el camino otro el que conducía hasta el hogar, el jardín de la abuela y el árbol de limón o la granada donde enterramos a la tortuga viva. Lloraba, me parecía terrible la idea de no llegar a casa, de irme lejos sin mis fantasmas ni mi taller de carpinterita. Mis pupilas se dilataban al sentir que perdía mi cama, mis perros, mis plantas y mi abuela, mis casas del árbol, mis espadas, mis bicicletas. Tenía miedo, no tenía equilibrio ni sentido de orientación por eso mis rodillas ahora están rayadas con hojas secas de aquellos años.
A veces me sigo norteando, pero el equilibrio sigue ausente.

2 comentarios:

lola dijo...

uy uy..esto me llego, no se, como expresarlo....nada...sin palabras...

María dijo...

Sin palabras positivas o negativas?